Querida señora

Querida señora

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EDITORIAL
 

La invisibilidad del colectivo ha sido una constante. Vivir en el armario era (y es) algo posible para las lesbianas y los gays mientras que para las personas del colectivo trans vivir su identidad de género es un paso hacia la visibilidad plena, sin matices. La violencia, las agresiones y las dificultades eran, y son, para todo el colectivo, y para las personas trans hay todavía discriminaciones añadidas. En pleno franquismo, se puede recordar una película, de 1971, como “Mi querida señorita” en la que se recogía la evolución, el oscurantismo y el drama de la vida de una persona trans, con final feliz, como toca a una película.

Pero el día a día de una persona trans no es fácil. Hay de entrada el reconocimiento de una identidad distinta al cuerpo en que se vive y, a partir de ahí, todos los obstáculos sociales y legales, así como la exclusión de las que son objeto.

El Partido Popular, argumentó, en el plenario de Ciutat Vella, que era discriminatorio que la glorieta del parque de la Ciutadella se llamara de la “transexual” Sonia, dado que era marcarla por su condición sexual y, además, porque desde el PP creían en el anonimato. Un anonimato en el que han vivido y viven muchas personas trans que cotidianamente sufren la invisibilización y la violencia, la discriminación y el no reconocimiento.

El mismo PP es el que ha denegado asilo político a Yasira, una transexual de Panamá que ha sido acosada en los últimos 13 años por la policía de su país. Desde los 17 años ha sufrido detenciones policiales y fue en una de ellas, en el año 2000, que sufrió una agresión brutal, tortura y detención durante dos semanas hasta que su madre pagó una multa y pudo salir. Las vejaciones se han repetido desde entonces y Yasira decidió huir del país y pedir asilo político en el Estado español. Según la resolución del Ministerio del Interior “en los informes de diversos organismos internacionales consultados vía internet no hay una mención explícita del colectivo LGTB como grupo de riesgo

Esta negación de discriminación, esta falta de sensibilidad hacia el colectivo, esta negación de la persecución ideológica por identidad de género (recogida por primera vez en 2009 en la ley de asilo) son una respuesta más del PP y de su ministro estrella , el homófobo Jorge Fernández Díaz.

Su sensibilidad humana es dudosa, su militancia en el cristianismo más integrista conocida y su inflexibilidad y crueldad, posiblemente, pasarán a la historia. El colectivo LGTB ha pedido su dimisión, ahora tenemos un argumento más para refrendar la demanda.