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por Carme Porta

Entrevistamos Renato Sabbadini, que fue Director General de la International Lesbian, Gay, Bisexual, Trans & Intersex Association (ILGA) hasta hace unos meses. Su paso por ILGA ha sido largo y ha pasado diferentes fases, siendo en el comité directivo desde hace unos años. Es, posiblemente, una de las personas que más sabe del estado de los derechos LGTBI en el mundo y su evolución en los últimos años.

Has sido cosecretario de ILGA, director General y hace unos meses dejaste la dirección, ¿cómo valoras tu trabajo durante todos estos años?

Ha sido un gran honor trabajar para ILGA durante todos estos años y tener la oportunidad de conocer a muchos y muchas activistas en todo el mundo: sin el trabajo de estos activistas en cada país, ILGA no existiría. Por mi parte, creo que conseguí re-organizar ILGA sobre una base más profesional y más sólida desde un punto de vista financiero, particularmente desde la mudanza a Ginebra. Aunque ILGA es la organización internacional más vieja del movimiento LGBTI, por diversas razones la asociación tenía un retraso en el desarrollo en sus estructuras, un retraso que ahora, finalmente, ha sido recuperado.
ILGA ha liderado la lucha institucional, desde julio de 2011 es entidad consultora de Naciones Unidas y tiene su sede en Ginebra con un equipo que hace seguimiento institucional. ¿Crees que la lucha LGTBI debe seguir en esta línea?
Sí, pero no sólo esta línea. Hay un trabajo educativo y cultural que ha de variar la opinión mundial y un trabajo de construcción de redes con otros movimientos sociales e instituciones (como universidades, ciudades, gobiernos) que es fundamental para asegurar que los avances conseguidos pongan raíces fuertes en la población en general, como los cambios de leyes solos no son suficientes para defenderse contra la homofobia, la lesbofobia y la transfobia. He intentado poner las bases para este tipo de trabajo y espero que mi sucesor continúe este desarrollo.

¿Cuál debe ser el marco de los derechos LGTBI? teniendo en cuenta que los principios de Yogyakarta son un proyecto de referencia para muchas instituciones y políticas.

El marco fundamental, como por todo el mundo, es la declaración universal de los derechos humanos. Los principios de Yogyakarta han sido un instrumento muy importante para ayudar a las activistas con la «traducción» de los DDHH en clave LGBTI en su trabajo diario.

ILGA tiene representación de 1.228 organizaciones de 132 países, ¿ha sido fácil construir una estructura suficientemente representativa y democrática y, al mismo tiempo, tener el reconocimiento de los gobiernos?

Esta estructura es el resultado de la larga historia de la organización. Mantener un carácter verdaderamente representativo y democrático ha sido siempre una de las preocupaciones más importantes a ILGA, objeto de largos debates y consultas que tenían cuenta la evolución del movimiento y de la sociedad, con resultados mixtos: por un lado la representatividad por género y / o identidad se mejoró mucho (por ejemplo con el aumento de secretariados: de mujeres, trans, intersex y ahora también bisexual), pero se necesita más trabajo para involucrar realmente todas las regiones de ILGA: en este sentido tener dos co- secretarías generales del norte del planeta no es una situación ideal.

El reconocimiento de muchos gobiernos (y de Naciones Unidas) es por un lado un éxito muy importante, es gracias a su apoyo que ILGA ha conseguido resultados importantes en el Consejo de los DDHH en Ginebra. Por otra parte, es claro que una proximidad excesiva o una dependencia (financiera) de los gobiernos siempre puede representar un riesgo para una organización que se define “no-gubernamental».

¿Cuáles son los derechos LGTBI que se vulneran más y cuáles son los países que más derechos vulneran?

Sin duda el derecho a la vida, a la libertad y seguridad (artículo 3 de la declaración universal de Derechos Humanos). Hay demasiados países en los que las personas LGBTI (incluyendo los defensores de derechos humanos) arriesgan su vida o libertad a mano de actores estatales o no estatales: es fácil hacer el listado de los países donde la ley ayuda este tipo de persecución (ver el mapa de ILGA sobre homofobia de Estado), pero hay que tener presente que en la mayoría de los países del mundo (tanto en el norte como en el sur) la seguridad de las personas LGBTI todavía no es garantizada.

Actualmente el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tiene una nueva miembro que es descaradamente LGTBIfoba, ¿cómo lo valoras, como lo ha valorado ILGA?

ILGA-Europa ha expresado preocupación, que comparto, respecto al nombramiento de la jueza Elósegui Itxaso, aunque es probable que ella no sea la única entre los 47 jueces con una “forma mentis” LGBTIfobica. La composición de este tipo de órganos siempre es un reflejo de las diversas tendencias que circulan en una sociedad (en este caso una sociedad de más de 500 millones de personas) y es importante trabajar para que las tendencias cultural progresistas sean la verdadera mayoría en la sociedad, así que la presencia de unos jueces conservadores o reaccionarios no ponga en peligro los avances debido a la mayoría de los jueces progresistas.

¿Cómo valoras la ley 11/2014 para garantizar los derechos de las personas LGTBI y contra la LGTBIfobia de Catalunya?

Me parece una buena ley, aunque – como me lo han explicado los activistas del Observatorio contra la homofobia en un encuentro en septiembre del año pasado – su aplicación concreta por parte de las autoridades competentes es insuficiente. Sin duda, nos encontramos en un momento muy difícil para la vida de Cataluña y hasta la llegada de una verdadera apertura al diálogo por parte del gobierno español es casi inevitable que muchas cuestiones no directamente ligadas al proceso de independencia pasen a segundo plano.

¿Cuáles crees que son los retos del movimiento LGTBI en el mundo?

Creo que hay al menos dos retos: mantener su unidad y darse cuenta del papel del movimiento en el desarrollo de la sociedad en general. Enfrentar el primer reto es fundamental para la supervivencia del movimiento a largo plazo: tenemos que ver la emergencia de nuevas identidades y reivindicaciones en el interior del movimiento debido al crecimiento colectivo y personal de todos, sin olvidar que hay de todos modos razones que justifican la unidad de todas las diversas componentes en un único movimiento: todas nuestras maneras de ser, lo que nuestros cuerpos expresan con identidades o acciones, cuestionan narrativas y relatos que una parte de la sociedad nos presenta como dominantes , ‘tradicionales’, ‘naturales’, en el norte como en el sur. Si olvidamos esto, si caemos en la trampa de ver las diversidades en el interior del movimiento como incompatibles unas con otras, nos arriesgamos a la muerte de un movimiento unitario bajo estas fuerzas centrífugas.

Respecto al segundo reto: he visto siempre el fuerte nivel de implicación y motivación personal de las activistas LGBTI como una ventaja respecto a otros movimientos sociales. Para cada una de nosotros la lucha por la igualdad y la libertad es algo de verdaderamente personal: no es lo mismo, por ejemplo, por los defensores del medio ambiente u otras causas. Sin embargo me pregunto al mismo tiempo si esta ventaja a nivel de motivación personal no pueda también presentar un riesgo de aislamiento e indiferencia respecto a la lucha por otros derechos o los derechos de otras minorías oprimidas. He escuchado gays norteamericanos y europeos hablar de nuestra lucha como el “último derecho que necesita ser afirmado”, como la “última barrera contra una sociedad” donde los derechos de todos son respetados. Me parece una locura: el camino hacia una sociedad más justa no se acaba con nuestra lucha. Al final la cuestión que el movimiento debe ponerse (y continuar a ponerse) es: ¿qué es lo más importante? Que no haya discriminación contra las personas LGBTI? ¿O que no haya discriminación contra nadie?

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