EDITORIAL
Hace unos días Jason Collins, se convirtió en el primero deportista estadounidense, y del mundo, que reconoce su homosexualidad estando en activo. El machismo es una de las explicaciones para que los homosexuales deportistas no hayan salido del armario. En el caso de las lesbianas, además, hace falta añadir que el deporte femenino en si mismo es invisible. Sólo hace falta analizar las competiciones deportivas difundidas por los medios para comprobar que en la inmensa mayoría de los casos no hay mujeres.
La otra explicación es el miedo a la pérdida de patrocinadores, importantes para la profesionalización del deporte. Con todo, en determinados países, como Catalunya o en el Estado español, creemos que la situación está suficientemente normalizada como para que si deportista se declara gay, lesbiana o transexual, no haga que pierda espectadores e interés para los patrocinadores. Puede ser que, si algún sponsor se retira, sus motivaciones vayan más allá de la audiencia y tengan origen ideológico. Finalmente, la última explicación es la del derecho a la privacidad. Y, evidentemente, este derecho es innegable, pero desde aquellos que tenemos un compromiso con el colectivo debemos decir que hasta que no se deje de considerar que ser homosexual, lesbiana o transexual es un hecho de la vida privada, mientras que ser heterosexual es público, no estaremos plenamente normalizados. Hay situaciones en qué se puede comprender esta “armarización”. Incluso, se puede comprender que algunos no quieran sufrir las consecuencias negativas de la LGTBfobia que padecerían al hacer pública su orientación sexual. Y es lícito. Pero no debemos hablar entonces de ejercer una libertad o un derecho individual a la privacidad, sino de la presión que ejerce la LGTBfobia para invisibilitzarnos.
La visibilidad del colectivo, aun cuando ha mejorado, sigue siendo baja y cuenta con importantes déficits. Sobre todo porque se concentra en los gais, y porque entre estos se concentran en facetas como el activismo o los apartados culturales o de el espectáculo. Faltan referentes en muchas profesiones, entre ellas la deportiva. La existencia de referentes deportivos, entre otras cosas por su popularidad, suponen un gran paso para la normalización del colectivo, y no existen. En Catalunya los Panteres Grogues, pero en cualquier parte del mundo otras asociaciones de deporte LGTB hacen mucho para visibilitzar la presencia del colectivo en los deportes y para romper tópicos al respeto. Con todo, esto no es suficiente. Por esto saludamos la decisión de Jason Collins y animamos a todos aquellos deportistas LGTB a que hagan lo mismo. Hay millones de adolescentes LGTB que les agradecerán que referentes sociales tan populares por su profesión también lo sean por ellos por su orientaicón sexual. Collins es un valiente, y necesitamos más como él.